De todo esto
Sobre la mesa
Quedo un pañuelo arrugado y una máscara sanguinolienta
Catorce calcetines impares y una nota manchada de vino.
Las cortinas cerradas a cal y canto
Y los sofás vacíos y cubiertos de musgo.
Ahora de las paredes sólo resta su esencia de contención y el suelo se adentra en la sobra del mediodía.
El hombre e levanta y respira.
Camina unos pasos y se desvanece en la puerta...
La felicidad esta fuera de la cárcel de ladrillos de tiempo
Abrirse como una ventana a nuevas brisas.
En la mesa
El reloj de arena volcado
Ya no entiende de virtud.
Los plásticos relucientes dentro de la nevera abierta reposan alegres por los siglos de los siglos y en la distancia el sol ilumina montañas blancas the papel higiénico mientras las larvas reciben su sagrada comunión y los almendros estallan por todas partes.
Del huracan tan sólo quedan pequeñas espirales de hueso.
Y todos niños hombres bailan sobre las cenizas se su ego.
Las caricias serán permitidas tras la purga.
Los abrazos dejarán de ser gratis en las esquinas de las ciudades y el grito retornará de su viaje al interior del miedo.
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